Saturday, December 24, 2005

la tierra

Acabo de pasar unos días en la finca de unos tíos en Paipa, y eso me hizo caer en cuenta de lo que parece ser la naturaleza de la vida colombiana en las fincas.
Por un lado, está el dueño de la tierra, que suele ser un señor citadino -a quien llaman "dotor"-; él viene a la finca de vez en cuando a descansar, a estar tranquilo con la familia unos días y, de paso, mirar cómo va el ganado, la leche, los cultivos, &c.
Por otro lado, están quienes viven en la finca, que son llamados sus 'administradores'. Son una familia [en este caso, la de don Jacinto y doña Yanet]. El dotor tiene una casa severa, de cuyo buen estado es responsable el administrador. Éste y su familia viven en una chocita aledaña, mucho más pequeña, que en ocasiones se encuentra en condiciones deplorables.
El administrador también es el responsable de que la tierra del dotor produzca: él (junto con su señora, y sus hijos) ordeña, siembra, recoge, cuida el ganado y los pollos y el chivo, responde si alguien se roba alguún animal...
Situaciones como esta (con las que me enfrento normalmente a fin de año, cuando voy a misiones durante los días de la novena) me cuestionan mucho. Creo que son un signo de uno de los problemas más graves y antiguos de nuestro país: la inmensa fosa que separa a los pobres de los ricos, y lo infinitamente acostumbrados que estamos a ese hecho tanto ricos como pobres. El hijo del dotor crecerá, se convertirá en dotor y tratará a los hijos del administrador como peones; los hijos del administrador, a su vez, crecerán con mentalidad de administradores y tratarán a los hijos del dotor como dotores.
En un libro sobre la historia de Colombia encontré un pasaje que me pareció muy diciente. Habla sobre el trabajo en los grandes campos durante el período 1838-1848. Léanlo y me dicen qué tan distinto o semejante creen que es hoy nuestro país:

"En las propiedades más extensas la fuerza de trabajo estaba constituida por una mezcla de aparceros, arrendatarios, jornaleros y otros contratados por períodos mayores o menores y bajo diversas condiciones. Los arreglos laborales obviamente permitían los abusos, que incluía, ocasionalmente, formas de peonaje por deuda. Pero la esclavitud era casi inexistente y la práctica de la coacción laboral en los campos no era común. En realidad, no parecía necesaria. Siglos de subordinación al Estado y a la Iglesia españoles, así como a la reducida clase alta de ascendencia española, habían inculcado en el campesinado indígena y mestizo una deferencia instintiva, que determinaba que, por ejemplo, se dirigieran a su patrón como a "mi amo" y a las personas de clase más alta como a "su merced", esta última una expresión que aún hoy subsiste. Obviamente, este modelo sociocultural no favoreció el surgimiento de una democracia vital, algo que ni siquiera se intentó. Como un encargado de negocios francés observara en 1840: '¿qué se puede esperar de una República en donde todo hombre llama amo a todo individuo más blanco o mejor vestido que él?'"
(David Bushnell: Colombia: una nación a pesar de sí misma. Planeta, 1996. p. 118.)

Cursiva mía.

8 comments:

javierguillot said...

En buena parte de las discusiones sobre la situación social en Colombia en las que he participado se ha señalado que el abismo social del país tiene su origen en la desequilibrada distribución de la tierra, del trabajo y de las ganancias en el sector agrario. Mi profesor de Sociales II en el colegio durante 10 y 11, Erik Abuchar, dijo alguna vez que si tocara rastrear los problemas del país a una única fuente, ésta serían los grandes terratenientes que a mitades del siglo XIX decidieron darle la espalda a la inversión en el país y la construcción de cultura nacional, y que a su vez fueron apoyados por varias generaciones de políticos y empresarios durante las décadas siguientes. Desde que Erik me dijo eso no he dejado de pensar en lo mismo, y este post es aún otra contribución al respecto. Usted qué cree que podría hacerse? Qué ideal de trabajo agrario debería buscarse y cómo?

javierguillot said...

Hoy he seguido pensando mucho en este tema. Creo que el editorial de El Tiempo de hoy puede aportar algo:

http://eltiempo.terra.com.co/opinion/reda/2005-12-26/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-2670931.html

(A propósito, creo que este editorial demuestra que El Tiempo es efectivamente crítico del gobierno uribista).

Bloom said...

Uno de los problemas, Guillot, es que en Colombia no hubo nunca alternativas industriales. En Europa este sistema de explotación agrícola no prospera desde la revolución industrial porque la gente puede hacerse una mejor vida, accediendo a la educación y a mejores ingresos, emigrando y trabajando en la industria. En Colombia, tanto la industria como el agro presentan los mismos prospectos de ingreso y la misma carencia de oportunidades para salir adelante. Sin alternativas economicas realistas, no sé si una reestructuración del agro sea la solución. Igual yo no sé nada de este tema, no soy economista y mi familia tiene finca...así que no sé muy bien que decir.

aldemar said...
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Anonymous said...

eSTO ES EL COLMO DE CINISMO PROPIO DE LOS CATOLICOS QUE DESEAN DESCARGAR SU CONCIENCIA CULPOSA DOLIENDOSE POR LOS POBRES, HACIENDOLES MAS LLEVADERA LA CARGA. OBVIAMENE MAS PROLONGADA LA ESCLAVITUD. OPINIONES PROPIAS DE UN ESPIRITU QUE LLAMA AMOR A SU MORBOSA DISCULPA, USA EL DEERGENTE MARCA 'CARIDAD'

aldemar said...

Tiene toda la razón: muchísimas veces lo que llamamos caridad es la forma más hipócrita del egoísmo. Por eso no voy a hacer nada al respecto, hasta estar seguro de que lo hago sinceramente.

Gracias, anónimo, por el agudo comentario.

Anonymous said...

el caso es que se sale de las manos de todos y por eso mismo no hacemos nada (otros cobardes como yo nos ponemos a llorar), yo estoy muy lejos de intentar hacer sonreir a alguien pero, juanpa, no tan lejos que hace un mes. estoy intentando resucitar.

Anonymous said...

Que gran suerte haber tenido a Erik Abuchar en lf colegio, yo tuve ese privilegio solo en la universidad y de pura casualidad en 2 materias de formación complementaria. Respecto al tema que aquí les ocupa, coincido que el reparto de la tierra es la gran deuda del Estado