Ellos vienen y yo nunca sé qué hacer.
Tienen hambre. Lo sé. Pero nunca me dicen.
Yo los escucho. A veces les traigo alguito de comer. Les compro un paquete de flores.
Pero eso no es suficiente. Pero tampoco puedo responsabilizarme por ellos. Pero tampoco quiero dejar que simplemente se vayan y sigan igual.
Él es un hombre luchador, pero está cansado. Hace años ya salió de su tierra. Tuvo que ver morir a su mujer y tuvo que salir corriendo agarrando a un hijo en cada brazo. Ahora ya tiene 48 años. El frío de Bogotá le vuelve mierda los huesos. Yo he confiado en él siempre porque se nota que sus hijos lo quieren. Eso me asegura que es sincero.
Siempre que vienen me cuestionan. Sé que tengo que cambiar mi manera de vivir. Pero no sé como. Al final nunca sé qué carajos hacer.
1 comment:
Mi madre recibió de esas flores que usted alguna vez compró...
Ella al menos sonrió.
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